Quizás somos todos seres rotos, Frágiles, Tratando de caminar sosteniendo Nuestros pedazos de humanidad, Con la esperanza de no deshacernos en la marcha, Buscando aquello que nos sostiene En una pieza.
lunes, 2 de mayo de 2011
De monarquías y cacicazgos
Pienso en la maldita boda real, por más que uno quisiera mantenerse al margen del circo mediático, termina siempre hablando sobre el actual eje de la obsesión occidental de turno, así sea para criticarla.
Pienso en el cambio histórico que ocurrió hace dos siglos cuando muchos hombres y mujeres en América se rebelaron contra el totalitarismo, contra las monarquías. Hace dos siglos se crearon las democracias que nuestros países latinoamericanos han celebrado en estos últimos años. Han sido dos siglos de pelearnos esa democracia con los dientes. Dos siglos en que hemos pagado precios muy altos por el derecho de los pueblos por gobernarse a sí mismos.
Y luego de tanta mierda, nos volvemos a convertir en perritos arrimados a la mesa del amo. Miramos babeando todo el espectáculo de la monarquía británica como si se tratara de gente que conocemos o si quiera de gente que tiene algún lugar importante en nuestra vida. Y las niñas alrededor del mundo sueñan con casarse con un príncipe y hablan de verstidos de princesa—me da asco.
Existen muchos argumentos con los que la gente pretende defender estos espectáculos mediáticos: turismo, economía y hasta mera curiosidad. Pero la realidad es que nosotros, pobres plebeyos le proporcionamos un mercado consumidor a una monarquía de legado sanguinario e imperialista.
Pienso en el papelón que han hecho muchos periodistas, apareciendo con tocados y sombreros de copa, sonriedo imbécilmente ante el despliegue de excesos y frivolidades. Y, ¿cómo marcha el país? Bien gracias, ahora de vuelta a la boda de William y Kate… “Kate” una abreviación confiansuda, como si de verdad tuvieramos alguna razón para estar interesados en el evento.
Asco, pensar en toda la sangre y persistencia que tomó el forjar paises donde los hombres y las mujeres puedan recibir los frutos de su propio trabajo, en los que cualquier hijo de vecino tiene—teóricamente—el derecho a dirigir el país. Pienso en los hombres que soñaron con contratos sociales y sistemas de igualdad, en la posibilidad de proveerle a todos los ciudadanos de un país una educación digna y con oportunidades.
Eso también resulta una quimera. Porque la realidad es muy diferente. Ya librados de monarquías totalitarias, y de sistemas de herencia de poder, nos encon tramos con otras estructuras sociales dinásticas: los cacicazgos profesionales.
Muchos padres sueñan con darle a sus hijos una buena educación, que su prole los supere en lo profesional y económico. Y creemos muchas veces en el espejismo de la igualdad de oportunidades; creemos en la posibilidad de que un hijo de obreros se esfuerce, pueda llegar a tener un futuro próspero y profesional—mentira. Desafortunadamente, las élites profesionales e intelectuales de latinoamérica han forjado un nuevo tipo de aristocracia.
Los sitemas profesionales, las colegiaciones, los procesos de reválida y hasta las uniones periodísticas, se prestan para crear círculos cerrados—semejantes a mafias—donde sólo se puede pertenecer por conecciones familiares o sacrificios de dignidad. Los hijos de aquellos que ya pertenecen al círculo, tienen privilegios y ventajas que facilitan el camino. Así que digamos, una muchacha, primera de su familia en obtener un doctorado en medicina, tiene que pasar por el proceso de revalida, sin acomodos razonables que algún tío medió para otro estudiante con un diagnóstico falso de ADD. Esa misma estudiante, sale de la escuela de medicina con una deuda mayor a los cien mil dólares, porque ¿cuántos padres de clase media pueden pagarle a sus hijos esa carrera al contado?
Y este tipo de cacicazgo se transfiere a muchas esferas: culturales, artísticas, periodísticas… grupos donde se supone la exposición esté relacionado al esfuerzo y el talento.
El sistema educativo en un país democrático, debería darle las mismas herramientas a todos los niños y jóvenes que se encarga de educar. Pero, un estudiante de escuela pública depende de un maestro que—protegido por la unión—se reporta a trabajar y a dar clases cuando le viene en gana. Mientras que las niñas de colegio privado pueden tomar clases de física por teleconferencia con un profesor universitario de Pennsylvania además de tener acceso a otro maestro en el salón. A la hora de tomar exámenes estandarizados para entrar a la universidad, ¿cómo van a tener las mismas oportunidades? Muchos estudiantes tienen que trabajar casi a tiempo completo mientras estudian una carrera, o comprometerse en una deuda estudiantil. Por lo tanto, tienen menos tiempo y recursos para estudiar. Mientras que, quien es hijo de un profesional que ya pertenece al cacicazgo, puede darse el lujo de dedicarse exclusivamente al estudio, con más recursos. Esos estudiantes, una vez graduados, competiran en el campo profesional, con la diferencia de que uno de ellos ya conoce gente y tiene conecciones mientras que el otro se debe hacer de nombre por sí mismo. Si bien no es imposible, es sumamente injusto. Así que la arictocracia profesional reina y controla quién entra en su esfera.
Pensándolo bien, el príncipe William, se casó con una plebeya, tal vez sí existe la igualdad de oportunidades en la monarquía.
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