Hace
meses, en el más reciente Festival de la Palabra que se celebró en Puerto Rico,
tuve la oportunidad de asistir a varias conferencias dictadas por excelentes
escritores. En la charla magistral de Almudena Grandes ella relató una anécdota
que todavía sigue dando vueltas en mi
cabeza. Intentaré parafrasear el contenido de la misma:
Almudena
nació en el 1960, por lo que (según ella misma explicó) a sus 12 o 13 años
solamente conocía la España de Franco. Un día, en la cocina de su casa ella
observó la portada de la revista Hola
donde mostraba la foto de una tal “Josefina Baker” rodeada por un ejercito de
niños. Almudena preguntó quién era esa señora (ella no entendía por qué podía
resultarle interesante a los españoles esa señora). Y su madre le contestó que
Josephine Baker era una artista que cantaba y bailaba casi desnuda en los
teatros de Francia y Madrid en los años 30. Para Almudena, era inimaginable
pensar que en la época de su abuela la gente podía ir a un teatro en Madrid a
ver a una mujer cantar casi desnuda.
Ella explica que fue la primera vez que se le ocurrió que en el pasado
pudieran ser más progresistas, que el progreso no era una línea recta.
Leer la biografía de Josephine Baker me hace pensar en lo pusilánimes que podemos llegar a ser las mujeres de hoy en día. Los riesgos que ella corrió para ayudar a la resistencia francesa contra los Nazi, la idea de llegar tan lejos luego de haber vivido en la calle a los 13 años, me hacen cuestionar que tanto ha cambiado el prototipo de mujer que aspiramos a ser.
Contemporánea de Baker, Irena Slender salvó a 2,500 niños del ghetto de Varsovia y evitó que murieran en campos de concentración. Cuando los Nazis la arrestaron, la torturaron, le rompieron ambas piernas y la condenaron a muerte.
Estas mujeres no leían Cosmopolitan, ni se preocupaban por su "work-life" balance. Inclusive Baker, que fue amiga de Grace Kelly y que vivía una vida de glamour y espectáculo, usaba su notoriedad para reforzar las causas en las que creía. Arriesgaba su vida, tomaba riesgos políticos y motivaba a otros a tomar riesgos políticos.
Mientras que en el 2013, las mujeres de occidente hemos aprendido a ser superficiales, a preocuparnos por las arrugas y las modas y comprometernos con causas sociales pero sólo desde la periferia, de manera que no sea muy incómodo.