llenamos
el océano de plástico,
por
supuesto, es natural,
eso
somos todos: máquinas de procesar basura.
desechamos
cosas, desechamos tiempo, desechamos sentimientos,
a
veces desechamos al otro.
Somos
máquinas industriales de uso:
le
rendimos culto al uso
usar
cosas
usar
tiempo
usarnos
unos a otros.
botamos
lo que no nos urge,
rompemos
lo que se nos antoja,
y lo desechamos cuando ya no tiene
placer para exprimirle;
arrojamos
a los costados del camino lo que ya no es usable, a lo que ya le extirpamos el
alma.
somos
bagazo consumiendo bagazo, produciendo bagazo, generando bagazo.
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billones de seres rotos, consumidos, usados, usándose todo el tiempo,
esculcando
entre los escombros de nuestra humanidad a ver si quedan corazones nuevos para
usar.
Yo
te uso.
Tú
me usas.
Nos
usamos.
Nos
desechamos.
Y
finalmente, un día,
me
arrodillo en la arena,
frente
al mar, esperando por una tortuga más pequeña que mi mano,
la
vigilo,
quiero
que llegue al agua,
porque
si ella sobrevive, quizás sobreviva la nobleza que a veces me habita.
quizás
sobrevivamos todos,
si
ella sobrevive, quizás no nos convirtamos en basura, en seres habitados por el
plástico;
quizás
queda algo.
debajo
de todo el bagazo humano, quizás queda un corazón latiendo en las entrañas de
la tierra.
y
con esa tortuguita va mi esperanza, hasta el fondo del mar,
buscando
a Alfonsina y sus caracolas marinas.
cada
nido que abre,
cada
luna brillante que las guía al mar
en
el momento que entran al agua, quizás el océano se abre para perdonarnos
quizás
la luna, eterna testigo, nos mira menos herida
quizás
podemos dejar de usarnos,
cada
vez que una tortuga entra al mar.