jueves, 6 de septiembre de 2018

Carta a mi papá

Como no tengo la dirección del cielo, no te la puedo enviar por correo regular. Pero sé que leías mi blog con frecuencia. Quiero pensar que desde algún rincón del universo lo seguís leyendo.

Pá,

Sé, de manera racional, que escribo esta carta más para mí, que para vos. Yo la necesito, vos no.

Creo, quiero creer, que vos estás bien, esperándonos en algún lugar del universo. Cuando nos ibas a buscar a algún lado y sabías que nos íbamos a tardar, buscabas un café o una panadería cerca y aprovechabas para leer algo o jugar Sudoku. Quiero creer que esto es algo así: que cuando todo acabe, te voy a encontrar leyendo en algún rincón del universo.

Vos y yo nunca hablábamos de sentimientos. Usualmente te jodía el tema, así que hablábamos de todo lo demás. Hablábamos de política, de economía, de fútbol, de historia, de libros, de urbanismo, del tránsito, de las noticias, pero no de los sentimientos.  Te costaba mucho decir en voz alta "te quiero". ("aja, aja" era nuestro "te quiero")

Hubo una época inmadura e irracional de mi adolescencia en la que dudé si nos querías; si me querías. Me preguntaba si te sentías amarrado por nosotros, por las responsabilidades. Si resentías no ser más libre, más dueño de vos mismo. Escuchaba estas historias sobre los padres de mis compañeros y de mis amigos teniendo "mid-life" crisis y me preguntaba si te pasaría.

Era muy joven y muy tonta para entender cómo funciona el amor de verdad.

No sé cómo hiciste para ser tan inmenso y a veces tan callado: estabas en todas partes.

Sé que nos amaste, que me amaste. Te costaba un trabajo increíble decirlo, pero lo viviste, en tus acciones, todos los días.

Lo sé porque, hasta ya siendo una mujer adulta, me texteabas por las mañanas "buen día" para asegurarte que no me había quedado dormida y me avisabas cómo iba a estar el tránsito.

Lo sé porque aún después de los 30, me regalabas cosas de la Mujer Maravilla y libros y calendarios de Mafalda porque sabías lo mucho que me gustaban.

Lo sé porque el día de mi cumpleaños siempre eras el primero en felicitarme.

Lo sé porque leías lo que yo escribía, me hacías preguntas y mostrabas interés en lo que yo decía.

Lo sé porque aparecías donde fuera para ayudarme si mi auto no arrancaba o si se le desinflaba una goma.

Lo sé porque recortabas artículos del periódico que pensabas me podían interesar.

Lo sé porque te bancabas mi música en el auto .

Lo sé porque me enseñaste a correr patines, patineta y bicicleta por más torpe que yo fuera.

Lo sé porque llegaste volando al hospital la noche que me atropellaron.

Lo sé porque una vez te fuiste a Yauco a buscarme un libro.

Lo sé porque sabías siempre a qué hora despegaba y a qué hora aterrizaba en cada viaje que hacía.

Lo sé porque llevabas una foto mía y de mis hermanos y de mamá en la billetera siempre.

Lo sé porque hiciste que yo te amara, mucho, cada día de mi vida.

Sé que me amaste. Sé que nos amaste porque hiciste cosas así por nosotros toda la vida.

Cuando escribí el primer poema (que me atreví a enseñar) a los 14 años, recuerdo que los transcribiste en computadora, le ajustaste la tipografía y lo imprimiste en un papel bonito para poderlo enseñar.  Me sentí importante, y sé que para vos lo era.

Hoy el dolor es inmenso, porque la ausencia es inmensa, porque tu presencia fue inmensa.

Siempre supe que estabas, que ibas a estar, hiciera lo que hiciera, dijera lo que dijera. Cualquier vez que me sintiera perdida, solo tenía que llamarte y caminar en tu dirección.  Nunca voy a conocer de nuevo ese tipo de incondicionalidad, esa magnitud de amor. Pero te prometo que voy a ser feliz, y voy a buscar en el mundo lo que habrías querido para mí.

Cuando entramos en la habitación del hospital, después de que todo se había acabado, después de que te quitaron los tubos y sacaron las máquinas, cuando vi tu cuerpo, sabía que ya no estabas allí. Eras vos, era tu cara, tu frente, tus lunares, pero ya no estabas. Algo faltaba. Esa presencia inmensa que ejercías sobre la vida se había ido.

Cada vez que tuviste una opción entre nosotros y cualquier otra cosa, siempre escogiste estar con nosotros. Y sé que si existe alguna manera celestial, seguís estando.

Me dan lástima los tipos que no han sido como vos, pá.  Cultivaste un amor eterno en nosotros. te reconociste en nosotros, en que cada uno es una parte de vos, que sigue con vida y camina el mundo. Sos eterno, pá.

Pienso que estás sentado en algún rincón del universo leyendo, esperando que nosotros terminemos lo que nos toca hacer.

Contame, Pá, ¿qué estás leyendo?

No hay comentarios:

“La Carta” de José Luis González

El cuento “La Carta” de José Luis González es posiblemente uno de los cuentos más conocidos la literatura puertorriqueña del siglo XX. Su ...